"Seguiré volando con más fuerza que nunca, aunque el viento a veces no esté a favor"   

Siempre se ha relacionado la flor con la feminidad, y la historia ha hecho que la feminidad nos remita a la delicadeza, la vulnerabilidad, la sensibilidad…  Además, la flor es el órgano de las plantas que se encarga de dar vida a nuevas semillas ¿Pero, acaso en el siglo XVI ser mujer no nos evoca algo distinto?  Hoy en día, la mujer es valerosa, luchadora e independiente.

Los paradigmas sociales han provocado que tengamos que trabajar más para conseguir los mismos objetivos que los hombres y, por ello, no hay que titubear y tener claro que mujer es sinónimo de fortaleza y confianza. De no ser así, no hubiéramos tenido el derecho hoy de elegir quién queremos ser ¿No es eso ya un resultado de nuestra gran virtuosidad y resiliencia?

Si algo nos caracteriza, es que somos capaces de renacer de cualquier enrevesada situación que el mundo obliga a afrontar al sexo femenino. A pesar de todas las barreras, y también como consecuencia de ellas, crecemos, evolucionamos, nos empoderamos, somos el motor de la prosperidad, del mundo… Es por ello por lo que en estas circunstancias logramos convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas hasta ese momento, como las flores.

Al igual que ellas, todas somos diferentes, pero iguales; cada una en su forma, pero todas bellas; cada una con su proceso individual, pero todas juntas y en la misma dirección: crecer.

De ambas, su meta descansa en desarrollar sus singulares y hermosos pétalos que ornamentan, recubren y enraízan su verdadera y, más hermosa aún, esencia. Por todo ello, nos valoramos y nos queremos. Las flores y las mujeres.

Una rosa y milton 

De las generaciones de las rosas
que en el fondo del tiempo se han perdido
quiero que una se salve del olvido,
una sin marca o signo entre las cosas
que fueron. El destino me depara
este don de nombrar por vez primera
esa flor silenciosa, la postrera
rosa que milton acercó a su cara,
sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
o blanca rosa de un jardín borrado,
deja mágicamente tu pasado
inmemorial y en este verso brilla,
oro, sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.

 

Jorge Luis Borges